Cuando el rumor de la ciudad disminuye
y el cielo pasa del naranja al púrpura,
entre las ruinas de las horas del día
y los escombros de los minutos que vivo,
mis deseos, que giraban en torno a tu hermosura,
lentamente declinaron en busca de tu compañía.
Me acomodé tiernamente cerca de tus oídos,
y te miré fijamente a los ojos un momento
como diciéndotelo todo, como pidiéndote un beso,
con el sentimiento retratado en mis ojos;
y no habiendo más que oir ni qué decir,
me muero de ganas por hacer una locura...
Ya no veo tu señal de amor, pues tus miedos la durmieron.
Ahora, en cambio, me dan ganas de gritarle al Universo
que me dé muerte o que te borre para siempre de mi memoria;
que el rumor de esta ciudad cese ya de una vez,
y el cielo negro de la noche me recoja y me esconda,
entre las ruinas de las horas que te regalé algún día
y los escombros de un último minuto que corrió al revés...
Que corra definitivamente el telón del Mañana y del Ayer,
que termine este final sin fin que me diste, mujer,
que quiero ir a ningún lado, y con nadie...
¡Y nunca más volver!
De "El Eterno Retorno"
10 de Abril de 1994 (14:21)
Rolando Bourdette

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